En 1936, el año en que estalló la Guerra Civil española, la Francia frentepopulista dio un salto de gigante en la formación de pilotos civiles que pudieran llegar a las plantillas de sus fuerzas aéreas, que no tendría los suficientes para encarar un conflicto armado como el que se preparaba en Europa. Nacía así la Aviación Popular de la mano del ministro del aire Pierre Cot, quien se puso a la tarea de implicar a los aeroclubes y cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en 1939 un total de 3500 alumnos habían superado su capacitación básica, aunque la mayoría de ellos no tendrían tiempo de hacer la transformación a piloto militar cuando llegó el armisticio del 22 de junio de 1940 (1). Al otro lado del Atlántico, en EEUU, sucedió algo parecido cuando se abrió la formación de los futuros pilotos militares a la aviación civil; así, la Civilian Pilot Training Act de 1939 permitió que las clases de “prevuelo” o preparatorias llegasen a algunos centros seleccionados en la educación secundaria, mientras que determinadas universidades ofrecían a sus alumnos la opción de aprender a volar en las escuelas que habían sido seleccionadas para el Contract Flying School Airfields (CFS). Cuando EEUU entró en la Segunda Guerra Mundial en diciembre de 1941, el Civilian Pilot Training Program (CPTP) pasó a llamarse War Training Service (WTS) o, más comúnmente, College Training. Las cifras de aquel enorme esfuerzo situaban a los estadounidenses a la cabeza de la formación de pilotos de entre todos los países beligerantes, como dijimos en 2018 en “Combatientes vascos en la Segunda Guerra Mundial”.
Cuando el programa llegó a su fin en 1944 había formado a un total de 435 165 aviadores (civiles, incluyendo a varios cientos de mujeres), afectando a 150 centros universitarios, de los que 70 se encontraban en Arizona, California, Utah, Nevada e Idaho (2).
En las fuerzas aéreas estadounidenses o United States Army Air Forces (USAAF) –donde se recibirían hasta 100 000 candidatos procedentes de las propias escuelas del WTS– había hasta 1941 tres academias de vuelo: Randolph (Texas), Sunnyvale (California) y Montgomery (Alabama), pero pronto se creó el mando de entrenamiento de vuelo (Air Corps Flying Training Command) y el mando de entrenamiento técnico (Air Cops Technical Training Command), lo que suponía la creación de decenas de nuevos aeródromos por todo el país. La formación de pilotos del USAAF se basaría en el programa de cadetes de aviación (aviation cadet program), que hasta 1941 se habían llamado cadetes de vuelo (flying cadets). Las cifras de este enorme esfuerzo para poner en vuelo la ingente cantidad de aviones que produjo la industria bélica estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial son las siguientes: 200 000 pilotos, 100 000 bombarderos y navegantes y 20 000 oficiales de tierra (3).
Por su parte, el personal procedente del Draft o reclutamiento que se incorporaba al USAAF podía ser derivado al Technical Training Command, que tenía escuelas de formación en Keesler Field (Mississipi) y Sheppard Field (Texas), aumentando estos centros a 12 a partir de la entrada del país en la Segunda Guerra Mundial, donde serían formados en mantenimiento de aeronaves, armamento, comunicaciones y radar, meterología y otras especialidades. En cambio, si eran seleccionados como candidatos a personal de vuelo se les enviaba al Flying Training Command para convertirse en operadores de radio o artilleros. También tenían la posibilidad de convertirse en cadetes de aviación si tenían entre 18 y 22 años y un diploma de la high school, aunque era igualmente posible hacer el camino inverso, ya que un alto porcentaje de los que no superaban el curso de piloto (sobre el 42%) y habían sido eliminados del programa fueron enviados a la escuela de artilleros y a otras especialidades. El sistema, que se basaba en una constante evaluación de las cualidades de los aspirantes, fue haciéndose más flexible en los requisitos de selección de candidatos, a los que se les suprimió la obligatoriedad de haber pasado por la universidad. El curso para pilotos tenía una duración media de 7 meses y medio. En lo moral, se reflejaban los valores de la academia de West Point, como el deber y el honor, rindiéndose homenaje a los “viejos tiempos”, pero se dieron instrucciones muy claras de suprimir las novatadas que habían sido características de la formación de aviadores en los años previos a la Segunda Guerra Mundial (4). La disciplina se inculcaba a los cadetes a través de la instrucción y adiestramiento militar con vistas a su futuro nombramiento como oficiales.
Los Boeing-Stearman de la FIO
Los cadetes, tras una selección y un periodo de formación en tierra que se llemaba “preflight”, pasaban por cuatro fases progresivas: primaria, básica, avanzada y transición, siendo derivados después, según sus aptitudes, a pilotar cazas, cazabombarderos o polimotores. En la primera fase –que podía impartirse en las escuelas de vuelo contratadas por el CFS– los candidatos se familiarizaban con el avión de escuela Boeing-Stearman Modelo 75 en sus diferentes versiones PT-13, PT-17, PT-18 y PT-27, correspondientes a las diferentes motorizaciones con las que iba siendo equipado. Se trataba de un robustísimo biplano de construcción mixta con motor radial de dos plazas, una para el estudiante y otra para el instructor, que se comunicaba con el alumno a través de una especie de tubo de goma, tan primitivo como efectivo. La estilizada línea del Stearman con sus llamativos colores era la primera toma de contacto de los cadetes con la aviación militar, aparato en el que volaban cerca de 118 horas. Completaban su formación con clases de instrumentación, vuelo nocturno y navegación, incluyendo el llamado “Radio beam flying”, que permitía navegar sirviéndose de los tonos de diferentes estaciones de radio (5). Este avión también sería el entrenador estándar de los pilotos de la Armada (Navy), que lo adquirió antes incluso que su homóloga del Ejército. Su aureola mítica nos retrotrae a la época dorada de la aviación y al cine, donde le recordamos en películas como “El paciente inglés” y, sobre todo, la escena de “Con la muerte en los talones” en la que Gary Grant es atacado por un Stearman adaptado como fumigador.
El número de estos aviones construidos llegó a la increíble cantidad de 10 000 unidades y tras la Segunda Guerra Mundial muchos fueron vendidos en el mercado civil, haciendo las delicias de todos aquellos que querían una aeronave robusta, probada y polivalente, que volaría en cualquier parte del mundo, llegando a ser utilizado como avión acrobático y, en lo que a nosotros concierne, en tareas agrícolas, destacando sobre cualquier otro en labores de siembra y fumigación en EEUU y Canadá. Fue de esta última guisa como llegaron a España en 1953. Se trataba de cuatro primeros ejemplares a los que se añadirían otros 10, convirtiéndose junto a los Piper PA-18 en los primeros fumigadores que conocieron los campos del país. La Fundación Infante de Orleans (FIO) tiene dos Boeing Stearman entre su extraordinaria colección de aviones históricos en vuelo: un PT-13 de doble mando con los colores de los entrenadores del US Navy (amarillo) y un PT-17 del USAAF (azul y amarillo). En este último, adquirido en Argentina en 1991 (6), pudimos hacer la escenografía dedicada a los cadetes de aviación gracias a la amabilidad de todo el personal de la FIO.
Apuntes biográficos sobre cadetes de aviación
Como hemos destacado en este mismo blog, nuestro proyecto de memoria Fighting Basques se sirve de la historia familiar y de la microhistoria para profundizar en el conocimiento de la participación de minorías en el esfuerzo bélico de EEUU –entre otros países– durante la Segunda Guerra Mundial, y ya hemos tratado la cuestión de los aviadores en uno de los capítulos de nuestro libro “Combatientes vascos en la Segunda Guerra Mundial”, siendo decenas los que volaron en el Stearman. Sin embargo, en esta ocasión queríamos señalar algunas biografías que nos muestran peculiaridades del periodo de formación como cadetes de aviación, del que obviamente no todos salían graduados, como Raymond “Ray” Mancisidor y Louis “Lou” Dobaran. Ambos habían nacido en Idaho en 1924 y eran hijos de vizcaínos emigrados a EEUU, que se incorporaron al programa en un periodo en el que las fuerzas aéreas ya no necesitaban tantos pilotos, siendo formados como ingenieros de vuelo y asignados a polimotores.
Ray Mancisidor esperaba su oportunidad para acceder a su formación como cadete en Williams Field (Arizona) en 1944, pero ya había un exceso de pilotos por aquellas fechas, por lo que fue clasificado como On Line Training (OTL) y formado como ingeniero de vuelo; según el testimonio de su hijo Patrick John al autor: “Como OTL, sus funciones consistían en varias tareas relacionadas con la línea de vuelo. Williams Field era un campo de entrenamiento para tripulaciones de bombarderos que estaban en transición para partir al combate: entrenamiento de vuelo, navegación, vuelo nocturno y vuelo de formación. Ray fue formado como ingeniero de vuelo del B-17 Flying Fortress y del B-25 Mitchell ; en este último asistía a las tripulaciones que probaban varios tipos de radar”. Cuando volaba en vuelos de entrenamiento los pilotos se dirigían a él como mister, ya que los cadetes de aviación no tenían graduación (7). En cualquier caso, era mejor que el apodo con el que se les conocía en bases como Randolph, donde se les llamaba “Dodos” en referencia a aquellas aves de gran tamaño que no podían volar y se extinguieron.
Un caso análogo era el de Lou Dobaran, que también pasó por el programa de cadetes de aviación para terminar siendo formado como ingeniero de vuelo en el período final de la Segunda Guerra Mundial, pero a diferencia de Mancisidor fue enviado a ultramar e incorporado a una unidad de combate: el 337.º Escuadrón del 96.º Grupo de Bombardeo con base en Snetterton (Inglaterra). A finales de 1944 se incorporó a la tripulación del Boeing B-17 Dinah Mite, con el que sería derribado el 25 de febrero de 1945 al ser alcanzado por el fuego antiaéreo alemán. Sobrevivió al incidente y fue internado en un campo de prisioneros hasta el final de la guerra (8).
Por último citaremos a otro hijo de vizcaínos que pasó por el programa de cadetes de aviación: Vincent “Vince” Gabica (Boise, Idaho, 1923). En junio de 1943 finalizó el curso básico de vuelo en Gardner Field (California) y después fue asignado al vuelo de planeadores, obteniendo sus alas en Lubbock (Texas) en junio de 1944. Fue destinado al frente del Pacífico como oficial de vuelo especialista en comunicaciones (9).
Recreando a un cadete en el Stearman
Las imágenes que ilustran estas líneas fueron tomadas por Valischka en el aeropuerto de Madrid-Cuatro Vientos durante la exhibición de la FIO del pasado 5 de junio y la escenografía elegida para acompañar al Stearman se sirve de la recreación histórica para mostrarnos a un cadete de aviación y a su instructor durante su periodo de formación en cualquier aeródromo del sur de EEUU hacia 1943. De este modo, aunando recreación y memoria, hacemos nuestra cuarta incursión en el mundo de la aviación tras nuestras visitas a La Ferté-Alais en 2016 , a La Sénia en 2019 y a Parayas en 2020 . La sesión de fotos no pudo sustraerse del extraordinario ambiente que rodea a estas exhibiciones de la FIO del primer domingo de cada mes, por lo que nuestra primera preocupación era mantener una comunicación fluida con el personal de la organización –que nos colmó de atenciones y nos permitió desarrollar la actividad con total libertad creativa– para no interferir en las tareas de exhibición y puesta a punto de las aeronaves, pero nos dio algo que no vivíamos desde La Ferté: la interacción con el público y prensa de una manera directa, aunque se mantuviesen apartados de los aviones por una valla. Por momentos tuvimos la sensación de que la ficción que nosotros proponíamos sobre aquellos maravillosos aparatos (también hicimos una escenografía en la Miles Falcon), y que quizás no entendían muy bien pues éramos ajenos al espectáculo, se convirtió en parte del evento e incluso tuvieron ocasión de fotografiarse con los recreadores durante las idas y venidas.
El trabajo de recreación histórica se basa en las imágenes del programa de cadetes de aviación que han llegado a nuestros días a través de diversas webs y publicaciones, incluyendo el vídeo de instrucción del USAAF “Introduction to flying” y recursos tan extraordinarios como la colección privada de C.E. Daniel sobre el Army Air Corps Cadet. Esto nos ha permitido reconstruir el equipo del cadete en base a materiales que ya habíamos trabajado para la escenografía de Bataán –como el buzo hbt del air corps– y para otras más específicamente relacionadas con la aviación estadounidense: cazadora A-2, casco de vuelo, gafas, salvavidas “Mae West”, auriculares, paracaídas, etc. Pero sobre todo queríamos mostrar al cadete en todas sus facetas, incluyendo el uniforme de paseo, que preparó para la ocasión nuestro compañero Eder Artal y que le ha supuesto un trabajo de varios meses, al que se sumaría Eneko Tabernilla para esta escenografía. Esto les ha permitido empatizar con aquella generación de aviadores que hicieron sus primeros vuelos en el Stearman, lo que nos permite visibilizar su memoria y la comunión entre el hombre y la máquina en un contexto como el de la formación de pilotos durante la Segunda Guerra Mundial, algo que creemos que no se había hecho hasta entonces en recreación, como nos muestran las estupendas imágenes de Valischka, que se implicó en el proyecto desde el principio.
Pero todo esto no hubiera sido posible sin la ayuda de todo el personal de la FIO, empezando por nuestros amigos Carlos Manso y Pedro Valle, que pusieron a nuestra disposición un aparato tan extraordinario como el Boeing-Stearman PT-17 que conservan en estado de vuelo, al igual que la mayoría de aeronaves, para disfrute de todos aquellos que quieran acercarse hasta Cuatro Vientos el primer domingo de cada mes. También quisiéramos agradecer a Carlos Iriarte, historiador que nos honra con su amistad y apoyo, la ayuda prestada para cualquier cosa que necesitase el equipo y por supuesto no quisiera olvidar a Fernando y Lourdes Arbulu, que nos facilitaron los contactos necesarios para que esta aventura pudiese llegar a buen puerto. En breve nos pondremos con más aviones de la FIO, porque esas extraordinarias máquinas se merecen que las disfrutemos en todas sus facetas y somos muchos los interesados en conocer sus historias. Y para eso, para poner en valor un patrimonio como este, también sirve la recreación histórica.
Notas
- Véase Vital Ferry. (2007). Aviation Populaire ou Aviation Prolétaire. 1936. Chartres: Éditions de Gerfaut.
- Guillermo Tabernilla y Ander González. (2018). Combatientes vascos en la Segunda Guerra Mundial. Madrid: Desperta Ferro. P. 128. Obviamente, de todos estos aspirantes a aviadores militares no todos llegaban a ser cadetes de aviación, ni mucho menos pilotos del USAAF.
- Bruce Ashcroft. (2005). We wanted wings: a history of Aviation Cadet Program. 33 (https://media.defense.gov/2015/Sep/11/2001329827/-1/-1/0/AFD-150911-028.pdf).
- Ashcroft (2005). Opus cit. P. 42.
- Ibídem. P. 28.
- https://fio.es/2019/03/27/stearmanfnm/
- Testimonio de John Mancisidor al autor.
- Tabernilla y González. Opus cit. P. 136.
- Ibídem. P. 148.
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